En la sociedad contemporánea el vínculo cardinal entre los hombres es el intercambio. Todo producto del trabajo, que entra en el proceso de intercambio, se convierte en mercancía. Marx inició su investigación con la mercancía y dedujo de esa célula fundamental de la sociedad capitalista las relaciones sociales que se han constituido objetivamente como la base del intercambio, independientemente de la voluntad del hombre. Este es el único método que permite resolver este enigma fundamental: ¿cómo en la sociedad capitalista, en la cual cada hombre piensa sólo en sí mismo y nadie piensa en los demás, se han creado las relaciones entre las diversas ramas de la economía indispensables para la vida?
El obrero vende su fuerza de trabajo, el agricultor lleva su producto al mercado, el prestamista o el banquero conceden préstamos, el comerciante ofrece un surtido de mercancías, el industrial construye una fábrica, el especulador compra y vende acciones y bonos, y cada uno de ellos tiene en consideración sus propias conveniencias, sus planes privados, su propia opinión sobre los salarios y la ganancia. Sin embargo, de este caos de esfuerzos y de acciones individuales surge un conjunto económico que aunque ciertamente no es armonioso, da sin embargo a la sociedad la posibilidad no sólo de existir, sino también de desarrollarse. Esto quiere decir que, después de todo, el caos no es de modo alguno caos, que de algún modo está regulado automática e inconcientemente. Comprender el mecanismo por el cual los diversos aspectos de la economía llegan a un estado de equilibrio relativo es descubrir las leyes objetivas del capitalismo.
Evidentemente, las leyes que rigen las diversas esferas de la economía capitalista, salarios, precios, arrendamiento, ganancia, interés, crédito, bolsa, son numerosas y complejas. Pero en último término todas proceden de una única ley descubierta por Marx y examinada por él hasta el final: es la ley del valor-trabajo, que es ciertamente la que regula básicamente la economía capitalista. La esencia de esa ley es simple. La sociedad tiene a su disposición cierta reserva de fuerza de trabajo viva. Aplicada a la naturaleza, esa fuerza engendra productos necesarios para la satisfacción de las necesidades humanas. Como consecuencia de la división del trabajo entre los productores independientes, los productos toman la forma de mercancías. Las mercancías se cambian entre sí en una proporción determinada, al principio directamente y más tarde por medio de un intermediario, el oro o la moneda. La propiedad esencial de las mercancías, propiedad que las hace iguales entre sí, siguiendo cierta relación, es el trabajo humano invertido en ellas -trabajo abstracto, trabajo en general, la base y la medida del valor. La división del trabajo entre millones de productores no lleva a la desintegración de la sociedad, porque las mercancías son intercambiadas de acuerdo con el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Mediante la aceptación y el rechazo de las mercancías, el mercado, en su calidad de terreno del intercambio, decide si contienen o no contienen en sí mismas el trabajo socialmente necesario, con lo cual determina las proporciones de las diversas clases de mercancías necesarias para la sociedad, y en consecuencia también la distribución de la fuerza de trabajo entre las diferentes ramas de la producción.
Los procesos reales del mercado son inmensamente más complejos que lo que hemos expuesto aquí en pocas líneas. Así, al girar alrededor del valor del trabajo, los precios fluctúan por encima y por debajo de sus valores. Las causas de esas desviaciones están completamente explicadas en el tercer volumen de El Capital de Marx, en el que se describe “el proceso de la producción capitalista considerado en su conjunto”. Sin embargo, por grandes que puedan ser las diferencias entre los precios y los valores de las mercancías en los casos individuales, la suma de todos los precios es igual a la suma de todos los valores, pues en último término únicamente los valores que han sido creados por el trabajo humano se hallan a disposición de la sociedad, y los precios no pueden pasar de estos límites, inclusive si se tiene en cuenta el monopolio de los precios o “trust”; donde el trabajo no ha creado un valor nuevo nada puede hacer ni el mismo Rockefeller.
Daniel R.T. Este artículo me ha resultado bastante comprensible, y me ha llamado la atención que no se hable de él de la apropiación que hace, según Carlos Marx, el empresario de parte del salario del trabajador en forma de plusvalor (plusvalía). Mañana tengo examen de sociología industrial, y necesitaba ampliar algunos conceptos...