Capítulo 20: La inevitabilidad del socialismo

Posted by SOCIALISMO REVOLUCIONARIO On lunes, 25 de agosto de 2008 0 comentarios

“Al mismo tiempo que disminuye constantemente el número de los magnates del capital -dice Marx- crecen la masa de la miseria, la opresión, la esclavitud, la degradación, la explotación: pero con ello crece también la revuelta de la clase trabajadora, clase que aumenta siempre en número, disciplinada, unida, organizada por el mismo mecanismo del proceso de la producción capitalista... La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan finalmente un punto en que se hacen incompatibles con su integumento capitalista. Este integumento es roto en pedazos. Suena el toque de difuntos de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.” Esta es la revolución socialista. Para Marx, el problema de reconstruir la sociedad no surgía de prescripción alguna motivada por sus predilecciones personales; era una consecuencia, como una necesidad histórica rigurosa, de la creciente madurez de las fuerzas productivas por un lado; de la ulterior imposibilidad de fomentar esas fuerzas a merced de la ley del valor por otro lado.


Las elucubraciones de ciertos intelectuales según los cuales, en desmedro de la teoría de Marx, el socialismo no es inevitable sino únicamente posible, están desprovistas de todo contenido. Evidentemente, Marx no quiso decir que el socialismo se realizaría sin la intervención de la voluntad y la acción del hombre: semejante idea es sencillamente un absurdo. Marx predijo que la socialización de los medios de producción sería la única solución del colapso económico en el que debe culminar, inevitablemente, el desarrollo del capitalismo, colapso que tenemos ante nuestros ojos. Las fuerzas productivas necesitan un nuevo organizador y un nuevo amo, y dado que la existencia determina la conciencia, Marx no dudaba de que la clase trabajadora, a costa de errores y de derrotas, llegaría a comprender la verdadera situación y, tarde o temprano, sacaría las necesarias conclusiones prácticas.


Que la socialización de los medios de producción creados por los capitalistas representa un tremendo beneficio económico se puede demostrar hoy día no sólo teóricamente, sino también con el experimento de la URSS, a pesar de las limitaciones de ese experimento. Es verdad que los reaccionarios capitalistas, no sin artificio utilizan al régimen de Stalin como un espantajo contra las ideas socialistas. En realidad, Marx nunca dijo que el socialismo podría ser alcanzado en un solo país, y, además, en un país atrasado. Las continuas privaciones de las masas en la Unión Soviética, la omnipotencia de la casta privilegiada que se eleva por encima de la nación y su miseria y, finalmente la arbitraria arrogancia de los burócratas, no son consecuencias del método económico socialista, sino del aislamiento y del atraso histórico de la URSS cercada por los países capitalistas. Lo admirable es que en esas circunstancias excepcionalmente desfavorables, la economía planificada haya logrado demostrar sus insdiscutibles ventajas.


Todos los salvadores del capitalismo, tanto de la clase democrática como de la fascista, pretenden limitar, o por lo menos disimular, el poder de los magnates del capital para impedir “la expropiación de los expropiadores”. Todos ellos reconocen, y muchos de ellos lo admiten abiertamente, que el fracaso de sus tentativas reformistas debe llevar inevitablemente a la revolución socialista. Todos ellos han logrado demostrar que sus métodos para salvar al capitalismo no son más que charlatanería reaccionaria e impotente. El pronóstico de Marx sobre la inevitabilidad del socialismo es así confirmado por el absurdo.


La propaganda de la “tecnocracia”, que floreció en el período de la gran crisis de 1929-1932, se fundó en la premisa correcta de que la economía debe ser racionalizada únicamente por medio de la unión de la técnica en la cima de la ciencia y del gobierno al servicio de la sociedad.


Aquí es donde comienza la gran tarea revolucionaria. Para liberar a la técnica de la intriga de los intereses privados y colocar al gobierno al servicio de la sociedad es necesario “expropiar a los expropiadores”. Únicamente una clase poderosa, interesada en su propia liberación y opuesta a los expropiadores capitalistas es capaz de realizar esa tarea. Únicamente unida a un gobierno proletario podrá construir la clase calificada de los técnicos una economía verdaderamente científica y verdaderamente racional, es decir, una economía socialista.


Sería mejor alcanzar ese objetivo de una manera pacífica, gradual, democrática. Pero el orden social que se ha sobrevivido a sí mismo no cede nunca su puesto a su sucesor sin resistencia. Si en su época la democracia joven y fuerte demostró ser incapaz de impedir que la plutocracia se apoderase de la riqueza y del poder, ¿es posible esperar que una democracia senil y devastada se muestre capaz de transformar un orden social basado en el dominio ilimitado de sesenta familias? La teoría y la historia enseñan que la sustitución de un régimen social por otro, presupone la forma más alta de la lucha de clases, es decir, la revolución. Ni siquiera la esclavitud pudo ser abolida en Estados Unidos sin una guerra civil. “La fuerza es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.” Nadie ha sido capaz hasta ahora de refutar este principio básico de Marx en la sociología de la sociedad de clases. Solamente una revolución socialista puede abrir el camino hacia el socialismo.

0 comentarios to Capítulo 20: La inevitabilidad del socialismo

Advertisement