Capítulo 21: El marxismo en Estados Unidos

Posted by SOCIALISMO REVOLUCIONARIO On lunes, 25 de agosto de 2008 0 comentarios

La república norteamericana ha ido más allá que otros países en la esfera de la técnica y de la organización de la producción. No es sólo América sino que es toda la humanidad la que se construirá sobre estos cimientos. Sin embargo, las diversas fases del proceso social en una y la misma nación tienen ritmos diversos que dependen de condiciones históricas especiales. Mientras Estados Unidos goza de una tremenda superioridad en la tecnología, su pensamiento económico se halla extremadamente atrasado tanto en la derecha como en la izquierda. John L. Lewis tiene casi los mismos objetivos que Franklin D. Roosevelt. Si tenemos en cuenta la naturaleza de su misión, la función social de Lewis es incomparablemente más conservadora, para no decir reaccionaria, que la de Roosevelt. En ciertos círculos norteamericanos hay una tendencia a repudiar ésta o aquélla teoría revolucionaria sin el menor asomo de crítica científica, con la simple declaración de que es “no americana”. ¿Pero dónde puede encontrarse el criterio que permita distinguir lo que es americano y lo que no lo es? El cristianismo fue importado en Estados Unidos al mismo tiempo que los logaritmos, la poesía de Shakespeare, las nociones de los derechos del hombre y del ciudadano y otros productos no sin importancia del pensamiento humano. El marxismo se halla hoy día en la misma categoría.

El Secretario de Agricultura norteamericana, Henry A. Wallace, imputó al autor de estas líneas “...una estrechez dogmática que es totalmente no americana” y contrapuso al dogmatismo ruso el espíritu oportunista de Jefferson, que sabía cómo arreglárselas con sus adversarios. Al parecer, nunca se le ha ocurrido a Mr. Wallace que una política de compromisos no es una función de algún espíritu nacional inmaterial, sino un producto de las condiciones materiales. Una nación que se ha hecho rica rápidamente tiene reservas suficientes para conciliar a las clases y a los partidos hostiles. Cuando, por el contrario, las contradicciones sociales se exacerban, la base de la política de compromisos desaparece. América estaba libre de “estrechez dogmática” únicamente porque tenía una gran abundancia de tierras vírgenes, fuentes de riqueza natural inagotables y según se ha podido ver, oportunidades ilimitadas para enriquecerse. Sin embargo, incluso en estas condiciones, el espíritu de compromiso no prevaleció en la Guerra Civil cuando sonó la hora para él. De todos modos, las condiciones materiales que constituyeron la base del “americanismo” pertenecen hoy cada vez más al pasado. De aquí se deriva la crisis profunda de la ideología americana tradicional.


El pensamiento empírico, limitado a la solución de las tareas inmediatas, pareció bastante adecuado tanto en los círculos obreros como en los burgueses durante todo el tiempo que la ley del valor de Marx reemplazó el pensamiento de cada uno. Pero hoy día esta ley produce efectos opuestos. En vez de impulsar a la economía hacia adelante, socava sus fundamentos. El pensamiento ecléctico conciliatorio, que mantiene una actitud desfavorable o desdeñosa con respecto al marxismo como un “dogma”, y con su apogeo filosófico, el pragmatismo, se hace completamente inadecuado, cada vez más insustancial, reaccionario y ridículo.


Por el contrario, son las ideas tradicionales del “americanismo” las que se han convertido en un dogma sin vida, petrificado, que no engendra más que errores y confusiones. Al mismo tiempo, la doctrina económica de Marx ha adquirido una viabilidad peculiar y especialmente en lo que respecta a Estados Unidos. Aunque El Capital se apoya en un material internacional, preponderantemente inglés en sus fundamentos teóricos, es un análisis del capitalismo puro, del capitalismo como tal. Indudablemente, el capitalismo que se ha desarrollado en las tierras vírgenes y sin historia de América es el que más se acerca a ese tipo ideal de capitalismo.


Salvo la presencia de Wallace, América se ha desarrollado económicamente no de acuerdo con los principios de Jefferson, sino de acuerdo con las leyes de Marx. Al reconocerlo se ofende tan poco al amor propio nacional como al reconocer que América da vueltas alrededor del sol de acuerdo con las leyes de Copérnico. El Capital ofrece una diagnosis exacta de la enfermedad y un pronóstico irreemplazable. En este sentido la teoría de Marx está mucho más impregnada del nuevo “americanismo” que las ideas de Hoover y Roosevelt, de Green y de Lewis.


Es cierto que hay una literatura original muy difundida en Estados Unidos, consagrada a la crisis de la economía americana. En cuanto esos economistas concienzudos ofrecen una descripción objetiva de las tendencias destructivas del capitalismo norteamericano, sus investigaciones, prescindiendo de sus premisas teóricas, parecen ilustraciones directas de las teorías de Marx. La tradición conservadora de estos autores se pone en evidencia, sin embargo, cuando se empeñan tercamente en no sacar conclusiones precisas, limitándose a tristes predicciones o a vulgaridades tan edificantes como “el país debe comprender”, “la opinión pública debe considerar seriamente”, etcétera. Esos libros se asemejan a un cuchillo sin hoja.


Es cierto que en el pasado hubo marxistas en Estados Unidos, pero eran de un extraño tipo de marxistas, o más bien de tres tipos extraños. En primer lugar se hallaba la casta de emigrados de Europa, que hicieron todo lo que pudieron, pero no encontraron eco; en segundo lugar, los grupos norteamericanos aislados, como el de los Deleonistas4, que en el curso de los acontecimientos y a consecuencia de sus propios errores, se convirtieron en sectas; en tercer lugar, los aficionados atraídos por la Revolución de Octubre y que simpatizaban con el marxismo como una teoría exótica que tenía muy poco que ver con Estados Unidos. Esta época ha pasado. Ahora amanece la nueva época de un movimiento de clase independiente a cargo del proletariado y al mismo tiempo de un marxismo verdadero. En esto también, Estados Unidos alcanzará en poco tiempo a Europa y la superará. La técnica progresista y la estructura social progresista preparan el camino en la esfera doctrinaria. Los mejores teóricos del marxismo aparecerán en suelo americano. Marx será el guía de los trabajadores norteamericanos avanzados. Para ellos esta exposición abreviada del primer volumen de El Capital constituirá solamente el paso inicial hacia el estudio completo de Marx.

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