Hablando en defensa de la ciencia el 7 de diciembre de 1937 el doctor Robert A. Millikan, uno de los principales físicos norteamericanos, observó: “Las estadísticas de Estados Unidos demuestran que el porcentaje de la población que trabaja lucrativamente ha aumentado constantemente durante los últimos cincuenta años, en los que la ciencia ha sido aplicada más rápidamente”. Esta defensa del capitalismo bajo la apariencia de defender a la ciencia no puede llamarse afortunada. Precisamente durante el último medio siglo es cuando la correlación entre la economía y la técnica se ha alterado agudamente. El período a que se refiere Millikan incluye el comienzo de la declinación capitalista así como la cima de la prosperidad capitalista. Ocultar el comienzo de esa declinación, que es mundial, es proceder como un apologista del capitalismo. Rechazando el socialismo de una manera descarada con la ayuda de argumentos que apenas harían honor a Henry Ford, el doctor Millikan nos dice que ningún sistema de distribución puede satisfacer las necesidades del hombre sin elevar el nivel de la producción. ¡Indudablemente! Pero es una lástima que el famoso físico no explique a los millones de norteamericanos desocupados cómo podrían participar en el aumento de la renta nacional. Los sermones sobre la gracia milagrosa de la iniciativa individual y la alta productividad del trabajo, no podrán seguramente proporcionar empleos a los desocupados, no cubrirán el déficit del presupuesto, no sacarán la economía nacional del impasse.
Lo que distingue a Marx es la universalidad de su genio, su capacidad para comprender los fenómenos y los procesos de los diversos campos en su relación inherente. Sin ser un especialista en las ciencias naturales, fue uno de los primeros en apreciar la importancia de los grandes descubrimientos en ese terreno: por ejemplo, la teoría del darwinismo. Marx estaba seguro de esa preeminencia no tanto en virtud de su intelecto sino en virtud de su método. Los científicos de mentalidad burguesa pueden pensar que se hallan por encima del socialismo, pero el caso de Robert Millikan no es sino uno de los muchos que confirman que en la esfera de la sociología sigue habiendo charlatanes incurables.
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