Capítulo 9: La teoría de la miseria creciente

Posted by SOCIALISMO REVOLUCIONARIO On lunes, 25 de agosto de 2008 0 comentarios

“La acumulación de la riqueza en un polo -escribió Marx sesenta años antes que Sombart- es, en consecuencia, al mismo tiempo acumulación de miseria, sufrimiento, esclavitud, ignorancia, brutalidad, degradación mental en el polo opuesto, es decir, de parte de la clase cuyo producto toma la forma de capital.” Esa tesis de Marx, bajo el nombre de “teoría de la miseria creciente”, ha sido sometida a ataques constantes por parte de los reformistas y socialdemócratas, especialmente durante el período de 1896 a 1914, cuando el capitalismo se desarrolló rápidamente e hizo ciertas concesiones a los trabajadores, especialmente a su estrato superior. Después de la Guerra Mundial, cuando la burguesía, asustada por sus propios crímenes y espantada por la Revolución de Octubre, tomó el camino de las reformas sociales anunciadas, cuyo efecto fue anulado inmediatamente por la inflación y la desocupación, la teoría de la transformación progresiva de la sociedad capitalista apareció completamente asegurada ante los ojos de los reformistas y de los profesores burgueses. “El poder adquisitivo del trabajo asalariado -nos aseguró Sombart en 1928- ha crecido en proporción directa a la expansión de la producción capitalista.”


En realidad, la contradicción económica entre el proletariado y la burguesía fue agravada durante los períodos más prósperos del desarrollo capitalista, cuando el ascenso del nivel de vida de cierta capa de trabajadores, bastante extendido por momentos, ocultaba la disminución de la participación del proletariado en la renta nacional. De este modo, precisamente antes de caer en la postración, la producción industrial de Estados Unidos, por ejemplo, aumentó en un 50% entre 1920 y 1930, mientras que la suma pagada por salarios aumentó únicamente en un 30%, lo que significa una tremenda disminución de la participación de los trabajadores en la renta nacional. En 1930 se inició un terrible aumento de la desocupación, y en 1933 una ayuda más o menos sistemática a los desocupados, quienes recibieron en forma de subsidio apenas más de la mitad de lo que habían perdido en salarios.


La ilusión del progreso “ininterrumpido” de todas las clases se ha desvanecido sin dejar rastro. La declinación relativa del nivel de vida de las masas ha dado lugar a una declinación absoluta. Los trabajadores comienzan por economizar en sus modestas diversiones, luego en sus vestidos y finalmente en sus alimentos. Los artículos y productos de calidad media han sido sustituidos por los de calidad mediocre y los de calidad mediocre por los de calidad francamente mala. Los sindicatos comenzaron a parecerse al hombre que se aferra desesperadamente al pasamanos mientras desciende vertiginosamente en un ascensor.


Con el 6% de la población mundial, Estados Unidos posee el 40% de la riqueza mundial. Sin embargo, un tercio de la nación, como lo admite el propio Roosevelt, está subalimentada, mal vestido y vive en condiciones indignas para el hombre. ¿Qué se podría decir, pues, de los países mucho menos privilegiados? La historia del mundo capitalista desde la última guerra confirma de una manera irrefutable la llamada “teoría de la miseria creciente”.

El régimen fascista, el cual reduce simplemente al máximo los límites de la decadencia y de la reacción inherentes a todo capitalismo imperialista, se hizo indispensable cuando la degeneración del capitalismo hizo desaparecer toda posibilidad de mantener ilusiones con respecto a la elevación del nivel de vida del proletariado. La dictadura fascista significa el abierto reconocimiento de la tendencia al empobrecimiento, que todavía tratan de ocultar las democracias imperialistas más ricas. Mussolini y Hitler persiguen al marxismo con tanto odio precisamente porque su propio régimen es la confirmación más horrible de los pronósticos marxistas. El mundo civilizado se indignó, o pretendió indignarse, cuando Göering, con el tono de verdugo y de bufón que le es peculiar, declaró que los cañones son más importantes que la manteca, o cuando Cagliostro-Casanova-Mussolini advirtió a los trabajadores de Italia que debían apretarse los cinturones de sus camisas negras. ¿Pero acaso no ocurre substancialmente lo mismo en las democracias imperialistas? En todas partes se utiliza la manteca para engrasar los cañones. Los trabajadores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos aprenden a estrechar sus cinturones sin tener camisas negras.

0 comentarios to Capítulo 9: La teoría de la miseria creciente

Advertisement