El capitalismo tiene el doble mérito histórico de haber elevado la técnica a un alto nivel y de haber ligado a todas las partes del mundo con lazos económicos. De ese modo ha proporcionado los prerrequisitos materiales para la utilización sistemática de todos los recursos de nuestro planeta. Sin embargo, el capitalismo no se halla en situación de cumplir esa tarea urgente. El núcleo de su expansión sigue siendo el Estado nacional con sus fronteras, sus aduanas y sus ejércitos. No obstante, las fuerzas productivas han superado hace tiempo los límites del Estado nacional, transformando, en consecuencia, lo que era antes un factor histórico progresivo en una restricción insoportable. Las guerras imperialistas no son sino explosiones de las fuerzas productivas contra las fronteras del Estado que han llegado a ser demasiado estrechas para ellas. El programa de la llamada “autarquía” nada tiene que ver con el retorno a una economía autosuficiente y circunscripta al interior de sus fronteras. Sólo significa que la base nacional se prepara para una nueva guerra.
Después de haberse firmado el Tratado de Versalles se creyó generalmente que se había dividido bien el globo terrestre. Pero los acontecimientos más recientes han servido para recordarnos que nuestro planeta sigue conteniendo tierras que todavía no han sido explotadas o, por lo menos, explotadas suficientemente. La lucha por las colonias sigue siendo una parte de la política del capitalismo imperialista. Por completamente que sea dividido el mundo, el proceso nunca termina, sino que coloca una y otra vez a la orden del día la cuestión de la nueva división del mundo de acuerdo a los cambios en la relación entre las fuerzas imperialistas. Tal es hoy día la verdadera razón de los rearmes, las crisis diplomáticas y los preparativos de guerra.
Todos los intentos de presentar la guerra actual como un choque entre las ideas de democracia y de fascismo pertenecen al reino de la charlatanería y de la estupidez. Las formas políticas cambian, pero subsisten los apetitos capitalistas. Si a cada lado del Canal de
Las reformas parciales y los remiendos para nada servirán. La evolución histórica ha llegado a una de sus etapas decisivas, en la que únicamente la intervención directa de las masas es capaz de barrer los obstáculos reaccionarios y de asentar las bases de un nuevo régimen. La abolición de la propiedad privada de los medios de producción es la primera condición para la economía planificada, es decir, para la introducción de la razón en la esfera de las relaciones humanas, primero en una escala nacional y, finalmente, en una escala mundial. Una vez comenzada, la revolución socialista se extenderá de país en país con una fuerza inmensamente mayor que con la que se extiende hoy día el fascismo. Con el ejemplo y la ayuda de las naciones adelantadas, las naciones atrasadas serán también arrastradas por la corriente del socialismo. Caerán las barreras aduaneras completamente carcomidas. Las contradicciones que despedazan a Europa y al mundo entero encontrarán su solución natural y pacífica dentro del marco de Estados Unidos Socialistas, en Europa, así como en otras partes del mundo. La humanidad liberada llegará a su cima más alta.
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