Los capitalistas y sus defensores tratan por todos los medios de ocultar el alcance real de la concentración de la riqueza a los ojos del pueblo, así como a los ojos del cobrador de impuestos. Desafiando a la evidencia, la prensa burguesa intenta todavía mantener la ilusión de una distribución “democrática” de los capitales invertidos. The New York Times, para refutar a los marxistas, señala que hay de tres a cinco millones de patrones individuales. Es cierto que las sociedades anónimas representan una concentración de capital mayor que tres a cinco millones de patrones individuales, aunque Estados Unidos cuenta con “medio millón de sociedades”. Este modo de jugar con las cifras tiene por objeto, no aclarar, sino ocultar la realidad.
Desde el comienzo de la guerra hasta 1923 el número de fábricas y factorías existentes en Estados Unidos descendió del 100 al 98,7, mientras que la masa de producción industrial ascendió del 100 al 156,3. Durante los años de una prosperidad sensacional (1923-1929), cuando parecía que todo el mundo se hacía rico, el índice del número de establecimientos descendió de
El mismo proceso puede observarse en la banca y en los sistemas de seguros. Cinco de las mayores compañías de seguros de Estados Unidos han absorbido no solamente a las otras compañías, sino también a muchos bancos. El número total de bancos se ha reducido, principalmente en la forma de las llamadas “mergers” (fusiones), esencialmente por medio de la absorción. Este proceso se acelera rápidamente. Por encima de los bancos se eleva la oligarquía de los superbancos. El capital bancario se fusiona con el capital industrial bajo la forma de supercapital financiero. Suponiendo que la concentración de la industria y de los bancos se produzca al mismo ritmo que durante el último cuarto de siglo -de hecho ese ritmo va en aumento- en el curso del próximo cuarto de siglo los monopolistas habrán concentrado en sí mismos toda la economía del país.
Hemos recurrido a las estadísticas de Estados Unidos porque son más exactas y más sorprendentes. Pero el proceso de concentración es esencialmente de carácter internacional. A través de las diversas etapas del capitalismo, a través de las fases de los ciclos coyunturales, a través de todos los regímenes políticos, a través de los períodos de paz tanto como de los períodos de conflictos armados, el proceso de concentración de todas las grandes fortunas en un número de manos cada vez menor ha seguido adelante y continuará sin término. Durante los años de
En 1840, ocho años antes de la publicación por Marx y Engels del Manifiesto del Partido Comunista, el famoso escritor francés Alexis de Tocqueville2 escribió en su libro La democracia en América: “La gran riqueza tiende a desaparecer y el número de pequeñas fortunas a aumentar”. Este pensamiento ha sido reiterado innumerables veces, al principio con referencia a Estados Unidos, y luego con referencia a las otras jóvenes democracias, Australia y Nueva Zelanda. Por supuesto, la opinión de Tocqueville ya era errónea en su época. Sin embargo, la verdadera concentración de la riqueza comenzó únicamente después de
Pero el concepto abstracto de “capital monopolista” está para nosotros lleno de carne y hueso. Esto quiere decir que un puñado de familiasIV, unidas por los lazos del parentesco y del interés común en una oligarquía capitalista exclusiva, disponen del destino económico y político de una gran nación. Hay que admitir forzosamente que la ley marxista de la concentración del capital ha realizado bien su obra.
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